Thanks so much to John and Amee, Vicki and Sonia, Deacon Matt and Tracy, who joined me at the National Eucharistic Congress last week. More than 100 from across our Diocese joined over 50,000 people from across the country, to praise, adore and worship Jesus. What an amazing experience! I never praised the Lord so much in my life!
Now, our National Eucharistic Revival continues with a missionary-sending year. All of us who receive the Body and Blood of Jesus as a gift are meant to BE gifts to others; to invite them to Jesus.
The servant and the little boy in our Bible readings today are excellent examples for us. The servant gave the very best of what he had, and the boy gave all that he had, then God did the rest.
A key component of living this Eucharistic Revival is constantly evaluating our lives, particularly our relationship with Jesus to ensure we are not just scraping by but rather giving Him our entire lives. We should ask ourselves — ‘how am I giving Jesus my time, using my talents, and sharing my treasures?’
We are called to give Him adequate time each day. If we don’t plan for this time, likely, He won’t get any. We need to find what works best for us so that Jesus can be a more significant part of our daily lives. We are also called to put our gifts and talents to good use too. Don’t worry. The servant and the boy teach us that it is not up to us to decide how our gifts will affect others. God will do that. All we need to do is to give it well.
Lastly, the servant reminds us that we need to give the first fruits of our treasures. It is easy to give something; it is difficult to give the finest gift. Giving our best requires us to reevaluate our priorities in life.
When we strive to live out our call as Eucharistic Missionaries by entrusting all that we have been given to the One who graciously gave us these gifts, we will be blessed beyond measure. As we begin a new week, spend some time evaluating your relationship with Jesus by asking, ‘what is my very best, and am I giving it to God?’
Fr. Mark Zacker
Pastor
Muchas gracias a John y Amee, Vicki y Sonia, el Diácono Matt y Tracy, que me acompañaron en el Congreso Eucarístico Nacional la semana pasada. Más de 100 personas de toda nuestra diócesis se unieron a más de 50.000 personas de todo el país, para alabar, adorar y adorar a Jesús. ¡Qué experiencia tan increíble! ¡Nunca he alabado tanto al Señor en mi vida!
Nuestro Renacimiento Eucarístico Nacional continúa con un año de envío misionero. Todos los que recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesús como un regalo debemos SER regalos para los demás; invitarles a Jesús.
El criado y el muchacho de nuestras lecturas bíblicas de hoy son excelentes ejemplos para nosotros. El criado dio lo mejor que tenía, y el muchacho dio todo lo que tenía, y Dios hizo el resto.
Un elemento clave para vivir este renacimiento eucarístico es evaluar constantemente nuestras vidas, en particular nuestra relación con Jesús, para asegurarnos de que no nos limitamos a rascar, sino que le damos toda nuestra vida. Deberíamos preguntarnos: "¿Cómo estoy dando a Jesús mi tiempo, utilizando mis talentos y compartiendo mis tesoros?
Estamos llamados a dedicarle un tiempo adecuado cada día. Si no planificamos este tiempo, lo más probable es que Él no lo reciba. Tenemos que encontrar lo que funciona mejor para nosotros, para que Jesús pueda ser una parte más significativa de nuestra vida diaria. También estamos llamados a hacer un buen uso de nuestros dones y talentos. No te preocupes. El criado y el muchacho nos enseñan que no depende de nosotros decidir cómo nuestros dones afectarán a los demás. Dios lo hará. Lo único que tenemos que hacer es darlo bien.
Por último, el criado nos recuerda que debemos dar las primicias de nuestros tesoros. Es fácil dar algo; es difícil dar el mejor regalo. Dar lo mejor de nosotros mismos exige que reevaluemos nuestras prioridades en la vida.
Cuando nos esforzamos por vivir nuestra llamada como Misioneros de la Eucaristía confiando todo lo que se nos ha dado a Aquel que generosamente nos dio estos dones, seremos bendecidos sin medida. Al comenzar una nueva semana, dediquen algún tiempo a evaluar su relación con Jesús preguntándose: "¿Qué es lo mejor de mí y se lo estoy dando a Dios?
P. Mark Zacker
Párroco
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