Today’s First Reading from the First Book of Kings, as well as the Gospel passage from Saint Mark, both center on the actions of two seemingly poor and helpless widows who show themselves to be faith-filled and generous stewards.
In the eyes of the world, particularly in biblical times when there was no life insurance or Social Security, these widows were weak and dependent on others to take care of them. They each found themselves in desperate situations — one in the midst of famine with a child for which to care, and the other clearly impoverished. Yet, each demonstrated strength and generosity that distinguished them from those around them. From where did this strength come?
It came from knowing who they are, and Who's they are. These women must have known their security would not come from who was elected President, from a good life insurance policy, or connections to someone with a hidden storehouse of flour.
No, their security came from knowing they were daughters of God who is Love and from putting their faith in Him. They had no need to panic in the midst of natural disasters or cling desperately to their menial resources. Their faith in God set them free to trust Him when all seemed hopeless. Their faith kept them detached from material possessions. Their faith allowed them to be brave and generous, to think of others despite their own trials.
These women saw themselves as stewards, not owners, of the resources God gave them, regardless of how much or how little they had. Acting as stewards made them gracious, generous, and mighty indeed. What can we learn from these powerful women?
Fr Mark Zacker
Pastor
Tanto la primera lectura de hoy del Primer Libro de los Reyes como el pasaje evangélico de San Marcos se centran en las acciones de dos viudas aparentemente pobres y desamparadas que se muestran como administradoras generosas y llenas de fe.
A los ojos del mundo, sobre todo en la época bíblica, en la que no existían los seguros de vida ni la Seguridad Social, estas viudas eran débiles y dependían de que otros se ocuparan de ellas. Cada una de ellas se encontraba en una situación desesperada: una en medio de la hambruna, con un hijo al que cuidar, y la otra claramente empobrecida. Sin embargo, cada una de ellas demostró una fortaleza y una generosidad que les distinguió de los demás. ¿De dónde procedía esa fuerza?
De saber quiénes son y de quién son. Estas mujeres debían saber que su seguridad no vendría de quién fuera elegido Presidente, ni de una buena póliza de seguro de vida, ni de conexiones con alguien que tuviera una reserva oculta de harina.
No, su seguridad provenía de saber que eran hijas de Dios, que es Amor, y de poner su fe en Él. No tenían necesidad de dejarse llevar por el pánico en medio de un desastre natural ni de aferrarse desesperadamente a sus escasos recursos. Su fe en Dios las liberaba para confiar en Él cuando todo parecía inútil. Su fe les mantenía alejados de las posesiones materiales. Su fe les permitía ser valientes y generosos, pensar en los demás a pesar de sus propias pruebas.
Estas mujeres se veían a sí mismas como administradoras, no como dueñas, de los recursos que Dios les daba, independientemente de lo mucho o poco que tuvieran. Y el hecho de actuar como administradoras las hizo gentiles, generosas y poderosas. ¿Qué podemos aprender de estas poderosas mujeres?
P. Mark Zacker
Párroco
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