Policarpo es una figura célebre en la historia del cristianismo. Discípulo directo del apóstol Juan, Policarpo vivió entre el 70 y el 155 d.C. Varias fuentes antiguas documentan las contribuciones de Policarpo al cristianismo, incluidas sus cartas escritas a la iglesia de Filipos, en las que anima a los miembros a permanecer fuertes en su fe y a huir del materialismo. Policarpo sirvió como obispo de la iglesia en Esmirna (la actual Izmir en Turquía) y fue reconocido como uno de los primeros combatientes de las herejías cristianas. Rechazó las enseñanzas de Marción, un hereje influyente que trató de crear una "nueva marca" de cristianismo redefiniendo a Dios y rechazando las enseñanzas del Antiguo Testamento, y las herejías gnósticas que comenzaban a extenderse por toda la iglesia cristiana.
La mayor contribución de Policarpo al cristianismo puede ser su martirio. Su martirio se erige como uno de los acontecimientos más bien documentados de la antigüedad. Los emperadores de Roma habían desencadenado amargos ataques contra los cristianos durante este período, y los miembros de la iglesia primitiva registraron muchas de las persecuciones y muertes. Policarpo fue arrestado bajo el cargo de ser cristiano, miembro de un culto políticamente peligroso cuyo rápido crecimiento necesitaba ser detenido. En medio de una turba enfurecida, el procónsul romano se compadeció del anciano e instó a Policarpo a proclamar: "César es el Señor". Si tan solo Policarpo hiciera esta declaración y ofreciera una pequeña pizca de incienso a la estatua de César, escaparía de la tortura y la muerte. A esto, Policarpo respondió: "Ochenta y seis años he servido a Cristo, y Él nunca me hizo nada malo. ¿Cómo puedo blasfemar contra mi Rey que me salvó?" Firme en su posición por Cristo, Policarpo se negó a comprometer sus creencias y, por lo tanto, fue quemado vivo en la hoguera.
Con afecto fraternal,
Fr. Homero C.
Comentarios